18.1.07

Jugar a matar


Una noche más para Xavier, un hotel más, un chico más, unos besos que vivía a diario sin sabor alguno; Babas con sabor a cigarrillo, a vino tinto y algunas de añejo sabor a pastillas de menta.

Cuando llueve olvida su abrigo, cuando el viento sopla por mala suerte no encuentra sus anteojos y cuando es verano cubre su cuerpo de invierno las ropas; Él es Santiago, corriendo en contra y con rumbo distinto al de la vida y con una sonrisa muy escondida.

El café sabía amargo, falto canela y sobró café; Xavier pidió un poco de azúcar para endulzar un poco el ánimo vació que sentía por haber jugado con un chico más y con la constante pregunta de ¿porqué la gente se enamora?.

Cerró su carro, lo encendió y con cara palida manejó rumbo al trabajo; poco tráfico y en su mente pensaba en lo práctico y lindo que sería ir al trabajo en bicicleta; sentir el aire chocar con su cara, los ruidos de la gente en la mañana, entre muchos otros pensamientos de Santiago.
La gente hablando, murmurando, analizando que harán de su vida aquél día; él observando la gente con que con dulces besos pasaba. Xavier ese día debía salir corriendo al parque para ver cual sería su nueva victima, para ver que cara tendría la cama del día.
Poco era el trabajo de Santiago, poco el entusiasmo, muchas las ganas de caminar por la rosada calle; atento y sonriendo timidamente suspiró al verle ahí sentado con los brazos cruzados y los jeans ajustados desde su ventana. Sin notarlo cambio la cara, ahora triste y angustiado por no atreverse a acercarsele, y pensaba en el triste destino que la vida le aguardaba.
Las luces bajas, la ropa tirada, de fondo la música del tráfico citadino que opacaban los gemidos y lamentos de un nuevo chico, Xavier pensando en cuanto dinero tomaría de la billetera, el chico de gemidos creyendo enamorarse, cuando en cosa de minutos Xavier pide turno para salir de ahÍ huyendo.
Contar las estrellas no es tarea fácil, contar los lunares del cuerpo casi imposible, a menos que exista ayuda compañera. Santiago le pensaba contandole los lunares, haciendole figuras con trazos de su lengua, no importando el terreno ni si se atraviesan algunos vellos que mucho se parecen a los pelos. Fuerte le tomaba los brazos, con calma tocaba sus pie, una a una frotaba las marcas de su espalda y lentamente le succionaba el cuello; mientrás contaba las miles de estrellas.
No hay nada en común entre el amor y yo, insitía Xavier.
Hay una estrecha relación con el amor, me alejó de la muerte cuando sólo jugaste; pensaba Santiago.

Fueron solo ciento veinte pesos y una vieja billetera, el precio de un raro amor.


5 Comments:

Anonymous Anónimo said...

me encanto.
TA lo sabés no?
muaaack

12:12 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

muy bueno, muy lindo, como vos

3:36 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

awwwwwwwww
euuuuuuuuuuuuu
biennnnnnnnnnnnnnnn


x x
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x

3:46 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

tiene sentido de la ironía
ciertos toques d nostalgia


sera qtal vez Xavier busca y necesita de alguien qia tiene?

3:48 p.m.  
Blogger Erranteazul said...

Lindo, pero amargo. A veces la amargura es linda, es sabia, es necesaria. Nos trae recuerdos y previene lo que vendrá.
Si supieras...en unas cuántas letras lo que tu alma me ha dicho...

11:10 p.m.  

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